Señor,
nos reunimos hoy ante ti, para recordar tu entrada en Jerusalén, pues somos
tus fieles seguidores, y tu eres el supremo rey de reyes.
Por ello
te pedimos que protejas a nuestra familia de todo mal, y nos
conviertas en testigos de tu amor y tu paz, para que un día podamos estar contigo, en el
reino divino, donde moras Padre celestial.
Celebrando
nuevamente tu última cena, y recordando que en ella instituiste el
sacerdocio ministerial, la eucaristía y el mandamiento supremo
del amor.
Por
eso ahora también pedimos tu protección, por los guías que nos envías, para que
sean nuestros pastores, pues ellos te sirven y predican tu palabra.
Danos
Señor, un corazón lleno de amor para nuestros hermanos, y aliéntanos
a darle la mano a quien lo necesita, recuérdanos a
cada momento la gran importancia del respeto, para que
nuestras relaciones sean siempre fuertes y armónicas.
Bendito
Señor, hoy revivimos el dolor de tu muerte, agradecidos por tu sacrificio para
salvarnos, y
por
el sufrimiento que tuviste
que aguantar
para redimirnos.
Te
confesamos avergonzados, que con frecuencia olvidamos la humildad que
nos enseñaste, y
nos
quejamos de situaciones banales, así como
de las responsabilidades y obligaciones que conlleva la familia.
Por
lo que una vez más pedimos tu ayuda, para nunca olvidar reaccionar hacia
ellos, con
inteligencia,
tranquilidad y
amor, y para
que la unidad y la paz reinen en nuestro hogar.
También
recordaremos el feliz día de tu resurrección, momento que concreto la fe humana
en tu santidad, y
nos
dio total esperanza contra toda adversidad.
Gracias
Santo
y Benevolente
Padre,
por la bendición de la familia,
y por
mostrarnos con tu ejemplo que todo es posible con fe, lucha, responsabilidad y
constancia.
Amén
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