Te conjuro espíritu rebelde, habitante y arruinador de esta casa, para que sin demora ni pretexto desaparezcas de aquí, haciendo disolver cualquier maleficio, que hayas lanzado sobre alguno de sus habitantes, o alguno de sus ayudantes.
Yo
por mí parte también los disuelvo, contando con la ayuda de Dios, y de los
espíritus de luz, Adonay, Eloim y Jehová.
Deseo además atarte con el mandato de obediencia, para que no puedas permanecer, ni volver, ni enviar a otros, ni perturbar esta casa bajo la pena de ser quemado eternamente, con el fuego de pez y azufre derretidos.
(Se rocía agua exorcizada o bendita haciendo cruces por todas las paredes, piso y techo, mientras se dice):
Yo
te exorcizo criatura invasora de ésta casa, y la hago libre de ti, así
como también de los espíritus tentadores, que la han elegido como su
morada.
Cómo
siervo de Dios, desliga del espíritu maligno cuanto éste tiene
ligado, en el nombre del divino creador, a quien amo desde que lo
conozco con todo mi corazón, alma y sentidos, y a quien prometo adorar
eternamente, y agradecer también los beneficios, que cual padre
amoroso me concede sin taza ni medida.
Yo
te ordeno espíritu del mal, que te separes en el acto de esté hogar y sus
habitantes a los que atormentas, liberándolos de tu presencia, para
que puedan recibir dignamente las aspiraciones del agua exorcizada, que
cual lluvia divina es rociada hoy sobre éste hogar repitiendo.
En
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que viven y reinan
eternamente, y por las virtudes que poseen los espíritus superiores,
Adonay, Eloim y
Jehová, cuya presencia y fortaleza invoco en éste acto.
Amén.
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