Poderosos y Santos Angeles, que por Dios nos fueron concedidos para nuestra protección y auxilio, en nombre de la Santísima Trinidad, les suplicamos que vengan deprisa a nuestro auxilio.
En nombre de la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo, les rogamos por su presencia y ayuda, para protegernos de las influencias malignas, tanto terrenales como espirituales.
Les suplicamos en nombre del amor que tiene Dios por nosotros sus hijos, acudan a nuestro desesperado llamado, pues nos encontramos angustiados porque no podemos defendernos sin su ayuda.
Protéjannos con su escudo divino, y con el viento que producen sus alas se alejen mía enemigos, defiéndanos con su espada de justicia, e iluminen nuestro camino y razón, para no cometer las mismas agresiones que los que ahora nos perjudican.
Sean nuestros guías, para llegar con seguridad a la casa del Padre celestial, y protéjanos incluso de nosotros mismos, de nuestra cobardía y tibieza, de nuestro egoísmo y ambición, de nuestra envidia y falta de confianza.
Desaten nuestras esposas del pecado y el apego a las cosas terrenas, quítennos la venda de los ojos que nosotros mismos nos hemos puesto, y que nos impiden ver las necesidades de nuestro prójimo, y la miseria de nuestro ambiente.
Protejan nuestra alma de los malos deseos y pensamientos, para no quedar encerrados en la complacencia de nosotros mismos, siendo ajenos a las necesidades de nuestros semejantes.
Claven en nuestro corazón el aguijón de la santa ansiedad por Dios, para que no cesemos de buscarlo con ardor, contrición y amor, y ayúdennos en la lucha contra el poder de las tinieblas, que enmascaradamente nos envuelve y engatusa.
Amén.
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