Señor
Jesucristo,
Hijo del
Padre celestial,
manda
ahora tu espíritu sobre la tierra,
para
cubrirnos con tu sagrado manto una vez más.
Haz que el
Espíritu Santo habite
en el
corazón de todos los pueblos,
para que
sean preservados de la corrupción,
de las calamidades
y de la guerra.
Permite que
la Señora de todos los Pueblos,
que un día
fue la mismísima María,
sea
nuestra abogada ante las adversidades terrenales,
para así
lograr estar protegidos ante toda injusticia.
Bendita
Señora de todos los Pueblos,
has que el
mal y quienes lo llevan en su corazón,
se mantengan
alejados de los que somos fieles a ti,
al Santo
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Confiamos
plenamente en ti Santa Señora,
y te agradecemos
por tu luz,
asistencia
y constante protección incondicional,
pues sin
ellos estaríamos desamparados y perdidos.
Te lo rogamos
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
que sabiamente
te brindaron su bendición para cuidar de nosotros.
Amén
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