Señor Dios de la vida, mi Creador y mi Salvador, me acerco a Ti en esta hora con humildad y esperanza, con mi cuerpo adolorido.
Hoy te suplico, Padre amoroso, que pongas tu mano sanadora sobre mí. Toca con tu poder divino cada parte de mi cuerpo que sufre, cada músculo tensionado, cada hueso resentido, cada órgano afectado, cada dolencia que limita mi vida y mi paz.
Entra en mis articulaciones, en mis nervios, en mi sangre, y libérame de este dolor que me agota y me desespera. Te pido que me sanes Señor, restablece lo que está roto, calma lo que está ardiendo. Renueva lo que ya no responde, restaura mi salud según tu voluntad, no solo para mi bienestar, sino para que pueda servirte mejor, con alegría y plenitud.
Te entrego, Señor, los tratamientos que sigo, los medicamentos que tomo, las terapias, los diagnósticos, los doctores que me asisten. Tómalos en tus manos y úsalos como instrumentos de tu milagro.
Señor, si esta dolencia tiene un propósito espiritual, enséñame a descubrirlo y a crecer a través de ella. Pero si ya ha cumplido su misión, líbrame de este sufrimiento.
Gracias, Dios mío, porque sé que me escuchas. Gracias porque no estoy solo(a) en esta batalla.
Amén.
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