Hoy aquieto
mi espíritu y mi cuerpo para pedir al Creador Eterno, la liberación de los
sentimientos que me atan a la infelicidad.
En la quietud callada del instante
sagrado de mi oración, soy consciente de que hoy alejo de mi toda emoción
negativa que no me deja evolucionar.
Hoy siento el amor divino que me envuelve
y me hace poderoso y libre. El pasado no vive más en mí, porque el amor divino
me ha iluminado y me ha enseñado que hay un nuevo amanecer y así recupero mi
santidad infinita.
Así sea.
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