¡Oh madre inmaculada!, Madre del verdadero Dios,
Tú que velas sobre nuestros hermanos enfermos,
por sus cuerpos y por sus almas,
derrama sobre sus heridas el aceite de la consolación
y el vino de la esperanza.
Con la gracia de tu espíritu sanante
ilumina la
difícil experiencia de la enfermedad y
del dolor, para que sea sobrellevado.
María, madre nuestra,
a ti te presento confiadamente mis penas,
te pido
humildemente consolarme a la cruz de Jesús,
para que se
transforme este sufrimiento
en un
instrumento de salvación para mi alma.
Madre del
amor que vences el dolor, ora por mí.
Virgen gloriosa, cúbrenos con tu manto
a todos los que somos víctimas de las enfermedades,
especialmente
de aquellas que la ciencia humana no alcanza a curar.
Haz que con
tu ayuda conservemos siempre pura
nuestra alma libre de todo pecado.
Tú que diste vida al padre que nos brinda la inteligencia
para poder conocer los secretos de la naturaleza,
bendice, te
ruego, las medicinas que debo tomar para mi salud,
te pido que
estas medicinas sirvan para mi bien
y que no
dejen ninguna consecuencia negativa en mi cuerpo.
Te lo pido madre
santa, para que alejes de mí a la enfermedad,
por los
siglos de los siglos…
Amén.
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